domingo, 24 de agosto de 2008

¿Qué electricidad para Chile?

Hernán Sandoval
Presidente Corporación Chile Ambiente
Consejo de Defensa de la Patagonia

Desde hace dos años se señala, con gran alarma pública, que estamos en emergencia eléctrica y que los chilenos sufriremos por el aumento de la demanda, que sería indispensable para el crecimiento del país y la insuficiencia de la generación eléctrica. Los más alarmistas acerca de las crecientes necesidades son los monopolios de la generación eléctrica, que presionan para ejecutar sus proyectos a cualquier precio.

Nos proponen más de lo mismo, sin considerar que fracasaron en prever las necesidades y hacer las inversiones acorde con sus mismos pronósticos, para evitar la situación crítica en que nos encontramos. Les hacen coro los sorprendidos funcionarios y ejecutivos del Gobierno como si no pudieran, tampoco, estimar correctamente las necesidades. Reiteran, además, que todo sería causado por las trabas al desarrollo producidas por el estatismo e insisten en: desregulación de precios de la electricidad, menos “lomos de toros” ambientales y supuestas soluciones de más “oferta”. Todo esto da lugar a incontables seminarios, road shows y otros galimatías que quieren mostrar que los “entendidos” están buscando la solución y que la ciudadanía no tiene más que esperar de los nuevos déspotas ilustrados que los ilumine con sus decisiones.

Es preciso señalar que efectivamente estamos y estaremos cada día más profundamente en crisis energética por la escasez de petróleo y su incontenible carestía y que esa es la mayor crisis contemporánea. La electricidad representa menos del 20% del consumo de energía del país y es sólo una parte del problema. También hay que decir que la mayor escasez de electricidad se produciría entre 2010 y 2014, si las predicciones de consumo son correctas y no se hace nada en eficiencia energética. Ninguna de las grandes represas proyectadas puede operar en ese lapso de tiempo y en particular las de Aisén no entrarían a funcionar antes del 2016, parcialmente, y el 2020 totalmente, es decir no contribuyen a enfrentar el periodo de mayor escasez.

Las represas en Aisén son emblemáticas en ese sentido, intervienen los ríos más caudalosos de Chile para llevar electricidad a 2.200 kilómetros de distancia que poco o nada contribuyen al desarrollo regional. Se trata de una gran obra que, de realizarse, generaría el 25% de toda la energía eléctrica del Sistema Interconectado Central (SIC) reforzando la concentración monopólica en la generación eléctrica: es un mega sistema que concentra capitales, capacidad técnica, poder y en especial, ganancias (si a Endesa, que representa el 70% de la generación, se suma Colbún, llega al 80% del SIC y con este proyecto, que representa un mayor aporte del 25% al SIC, crecerá aún más su participación).

En virtud de lo anterior, la primera razón para oponerse a las represas de Aisén es política. Solamente por la necesidad de profundizar la democracia y evitar la concentración del poder económico, que es un tema estratégico para el desarrollo del país, hay que oponerse.

La presencia de grandes monopolios, como éste, inhibe el desarrollo de otras formas de producción energética y presiona al Estado para la mantención de un marco normativo que no promueve la diversificación y la generación de energía a mediana escala (que debilite los monopolios). El esquema de tarificación, el modelo de otorgamiento de los derechos de agua, el monopolio de los clientes no regulados, la peculiar organización del Centro de Despacho Económico de Carga, son algunos ejemplos en este sentido que impiden avanzar hacia mayor autonomía e independencia y, por lo tanto, hacen al país y su gente más vulnerables frente a eventuales crisis energéticas.

La segunda razón por la cual nos oponemos, es porque las represas de Aisén no son necesarias. Hay opciones diferentes y más oportunas que hacer mega centrales. Hoy es posible identificar proyectos por más de 10.000 mega watts (MW) incluidos en el plan de obras de la Comisión Nacional de Energía. Si la mitad de ellos se realiza antes del año 2015, cuando eventualmente entrarían a generar las primeras represas del proyecto Aisén, Chile dispondría, hacia el año 2018, de más energía eléctrica por habitante que el Estado de California en Estados Unidos.

La pregunta es ¿necesitamos toda esa energía?, y la respuesta es: si permanecemos en un sistema exportador de recursos naturales no renovables, el cobre, el hierro, el litio, el oro y el salitre y también renovables, la madera y la celulosa, la pesca y la acuicultura, sí la necesitamos porque no son productos a los cuales se les agrega gran valor; en cambio, son intensivos en energía, porque molerlos, triturarlos, chancarlos, procesarlos, conservarlos, etc., requiere de mucha energía. Pero ello nos condena a ser economías vulnerables y dependientes que, además, consumen aceleradamente sus recursos naturales. La respuesta es no, no necesitaremos de tanta energía si avanzamos a productos con mayor valor agregado, a una sociedad moderna, y si, al mismo tiempo, introducimos programas de eficiencia energética. En los tiempos de escasez energética que ya estamos viviendo, disminuir el consumo de energía será signo de híper modernidad y de capacidad innovadora y estratégica para enfrentar las restricciones que nos impone el fin de la era del petróleo.

Nos oponemos, además, porque para llevar esa corriente hay que construir el tendido más largo del mundo: más de 2.200 Km. entre Cochrane y Santiago. Es una cicatriz en el flanco de Chile, que atraviesa 8 regiones, más de 60 comunas y cerca de 3.000 propiedades rurales o suburbanas. Las centrales de Aisén representarían el 25% de la energía eléctrica del SIC al año 2020, si llegaran a construirse, haciendo que cualquier falla en el tendido impacte el sistema en su conjunto con elevados costos. ¿Cuantos volcanes Chaitén hay en 2.200 kilómetros?, ¿habría resistido el tendido previsto la erupción?

Nos oponemos, porque tanto los embalses como el tendido deterioran el paisaje, principalmente el patagónico. Son obras feas, irreversiblemente feas, que restringen la posibilidad de hacer del turismo en Aisén una fuente de trabajo y riqueza permanente para el país y para la gente de la región y no sólo una batería para satisfacer las necesidades de otras regiones. Torres de 70 metros de altura no forman parte del paisaje patagónico, único por su majestuosidad y belleza. En Argentina, en Chaltén y Calafate, también patagónicos, generan más de 300 millones de dólares al año gracias a una hábil política de turismo apoyada por el Estado. Las posibilidades turísticas de Aisén son superiores y aún queda mucho por hacer. Los turistas no van en busca de las señas de la civilización, al contrario buscan el contacto con la naturaleza intocada y la posibilidad de evadirse.

Nos están invitando al pasado. El desarrollo para todos viene por otro lado. Viene, por ejemplo, con la iniciativa del Reino Unido que se propone generar 10.000 mega watts en los próximos 15 años, es decir cuatro veces las centrales de Aisén, o cinco centrales nucleares, sólo con micro generación distribuida en todo el territorio, energía solar, eólica, geotérmica, todas las formas de aprovechamiento que constituirán una malla donde será muy difícil que se produzca un black out y donde no sólo habrá más energía segura y barata, habrá también más participación, más solidaridad, más ciudadanía, más democracia. Viene también del lado de Suiza donde quieren llegar a un consumo de sólo 2.000 kw/hr/año por persona, menos de los que Chile hoy día da cuenta.

La posibilidad tecnológica existe. La disposición mental es más difícil de lograr para un tecnócrata estatal o privado. Es más fácil, lo deja más tranquilo, enfrentarse a la certeza de un mega sistema -aunque no hayan resultado en el pasado- que desencadenar un proceso creativo, participativo, que es un salto al futuro, que viene a pasos agigantados, aunque persistamos en visiones conservadoras y que son sólo más de lo mismo. No leer los signos de los tiempos nos puede llevar a nuevos grandes fracasos, costos y frustraciones y la ceguera de nuestras dirigencias nos empuja hacia allá.

PS. Hace casi un siglo, en 1917, Vladímir Ilich Lenin, un agitador político decimonónico, respondía la pregunta - ¿Qué es el comunismo? – Diciendo - es el socialismo más la electricidad-. La ciega fe en la tecnología y en los mega sistemas contribuyó al fracaso del socialismo. Comparten con el capitalismo la misma filosofía productivista y la misma creencia en el dominio total del hombre sobre la naturaleza. Sabemos donde llegó el uno ¿adónde va el otro?

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